Basta.
Dos tequilas más y entonces ya no podré levantarme de la barra
- Mozo! Mozooooooo! otro más por favor!
-Caballero, usted ya ha bebido suficiente, le recominedo que se marche si no quiere tener problemas.
No sé porqué, pero decidí no buscar pleitos. Pagué la cuenta con honores y me marché por las calles vacías de la ciudad, mientras una llovizna delgada, de esas que solo tienden a humedecerte el pelo, caía dorada bajo mis pies y los faros nocturnos.
Su olor aún impregnaba mi habitación. Pensé que borracho mis sentidos disminuían su capacidad "sensitoria", pero algo malo pasó con el tequila que me tenía al borde de un mundo de sinsabores, un espacio que,por cierto, seguía siendo más de ella que mío.
La cama desecha, expendía el olor a flores primaverales que lleva cada parte de su cuerpo. Los vasos sobre la mesa. repletos de pequeñas obreras, aún tenían vino de la cena pasada. Ese mismo vino con el cuál reímos a carcajadas sobre la cama, antes de hacer el amor y de que tú me dejarás.
Tiré los zapatos hacia un rincón y me hundí en tu almohada. Creí tenerte a mi lado en cada inspiración del aire, y pensé rodearte la cintura con mi mano sobre las sabánas. Creí sentir tu pelo sobre mi frente y hasta tu aliento sobre mi boca. Recordé la miel de tus labios, la candidez de tu lengua, tus manos recorriendo mi pecho, mis manos explorando tus senos, el estrépito de tu risa... tus ojos cansados, tu frente buscando mi boca, tus suspiros, tus gemidos, tu sonrisa nuevamente... tu sonrisa todo lo puede transformar.
Nunca había llorado como esa noche.
( No entiendes mis ganas de morir, frágil paloma. Extendiste tus alas y te marchaste junto con las golondrinas. Tal vez eres su reina, y sin reyes una monarquía es imposible. Quiero pretender que entiendo tus liberales pensamientos sobre ese amor pasajero y furtivo que tanto amas, y que yo amaba de tí. No puedo ni odiarte dulzura mía, sería negar que amo nuestro pasado. Hoy por hoy, tal vez sea el día de volver a comenzar,y de caminar tranquilo por las tardes disfrutando la brisa fresca del otoño. Cambié de casa, y el trabajo ya no es tan insoportable. Planté en el jardín amapolas amarillas y me siento el dios de un espacio reducido. Ahora escribo de vez en cuando, aunque sé querida, que tú estás más allá de mis palabras y mis pensamientos.
Estoy convencido de la no existencia del destino y cada mañana se convirtió en un milagro. Gracias por enseñarme que cada flor entre las manos es pasajera mientras se marchita y cortas una nueva creyéndola eterna.
Se fue la ausencia y quedó tu sonrisa sobre la mía).