lunes, 23 de agosto de 2010

Argh, Cerrillos. Argh, Santiago.

Cerrillos es como una especie de Oildale Chilensis. Vivo en medio de un barrio rodeado de fábricas. Todos los días sale humo de un color y olor diferente al anterior desde la empresa que está detrás de mi casa. Hay muy poca gente en las calles, y todos tenemos la misma expresión grisásea y triste cuando salimos a comprar pan.

El terremoto no nos afectó mucho, salvo uno que otro corte de luz. Es una villa donde viven mayoritariamente familias de retirados de la FACH, casas construídas para ex militares, capaces de sobrevivir un holocausto nuclear. Tal vez eso me afecta bastante al momento de escribir. O tal vez el hecho de que no me sienta cómodo en mi propia casa, siento que este no es mi hogar. Irse a vivir tres años y medio a una ciudad que es mucho mejor que Santiago en todos los aspectos te hace odiar la capital. Odiar a este país centralizado, donde lo que pase en el hoyo gris de asfalto y smog es automáticamente relevante para el resto de la nación.

En Valpo el pasaje escolar sale 100 pesos. En Santiago, 160 y en aumento. Más encima me cobran pasaje adulto desde mayo, porque a las TNE's de regiones sólo les pegan un sticker ordinario que dice que está revalidada. Si quieres revalidarla para el Transantiago, hay que hacer un trámite que dura semanas. No he tenido tiempo, y acá en Santiago no se puede hacer. Más motivos para odiar esta ciudad de mierda.

Me carga vivir aquí, no quiero vivir aquí. Ojalá todos mis amigos se fuesen a vivir a Valparaíso, o que fueran a pasar las vacaciones allá. Mi familia podría irse allá también. Así no tendría que volver nunca más, no respirar este aire de mierda nunca más, convivir con esta gente de mierda nunca más.

Santiago me hizo como soy. Me hizo enfermizo, temeroso, antipático, inseguro y (cuando exploto) violento. Aun recuerdo (vagamente) las peleas a botella quebrada, las golpizas grupales que sufrí en el colegio, las persecuciones en grupo en Puente Alto cuando carreteaba donde el René... esta es la peor ciudad para vivir.

Argh, nunca, pero nunca, vengan a Santiago. Tienen más futuro quedándose en sus respectivas regiones, y serán más felices quedándose donde están. Los santiaguinos estamos todos condenados a ser infelices, al parecer.

1 comentario:

Roberto Valenzuela dijo...

O he tenido la suerte de ver lo mejor de Santiago en estos 4 años y medio o esta ciudad me tiene tan loco que no me doy cuenta de nada xD