
De repente me vi solo en la calle. Estaba oscuro, debían ser como las 3:00 AM... y yo me vi solo, ni idea de cómo llegué allí. Comencé a caminar, metí las manos a los bolsillos y me encogí de hombros para sobrellevar el frío.
Era la calle más normal que había visto: el asfalto al medio, veredas a los lados y casas sin luz acompañándolas. No había visto nunca tal vecindario, y sin embargo me parecía extrañamente familiar. Al llegar a la esquina, estaba la Silvana, sola, fumando un cigarro y con la misma cara de entumecida que pone cuando está cagada de frío.
- Y tú?- le dije.
- Y tú?- me dijo ella, moviendo la cabeza en señal de saludo.
- No sé, ando solo y tengo cualquier frío... no tengo idea de cómo llegué acá.
- Entonces vámonos a otro lado, hace cualquier frío y es mejor andar con alguien que quedarse solo por la vida.
Se me acercó y puso su brazo rodeado mi cintura, para que yo pusiera mi brazo rodeado sus hombros. Y comenzamos a avanzar sin rumbo, cagados de frío, compartiendo el cigarro y coordinando nuestros pasos para caminar abrazados sin caernos.
- Crucemos acá- dijo, y justo cuando empezamos a cruzar la calle, salió de la nada un camión container. Automáticamente la tomé de la mano y corrí hacia la otra vereda. Alcanzamos a llegar justo a tiempo. La Silvana quedó exactamente frente a mí, y repentinamente me besó la boca, con frío, con amor, con odio y desesperación. La abracé mientras me besaba y me mordía, asombrado y consternado, pero extrañamente disfrutándolo.
- Por qué?- le dije.
- El mundo se está acabando, y ya no hay nada que temer o perder- dijo sin soltarme del abrazo.
- De qué mierda estai hablando, mujer?
- No te dai cuenta, tonto?- me gritó, apuntando con el dedo a una casa que tenía las luces encendidas.
De repente estábamos dentro de la casa, en la misma posición, abrazados, frente a frente, pero sin frío. Comencé a sentirme extraño, una angustia horrible en el estómago que te fuerza a la náusea.
- Suéltame, quiero vomitar.
- No, no se puede en este momento - me dijo, recostando su cabeza en mi regazo. Le caía por la mejilla una lágrima color gris, como de agua sucia.
- Y eso?
- Siempre pasa, es inevitable.
Me volvió a besar, ahora delicadamente, y mirándome a los ojos. Repentinamente, la angustia se volvió dolor, pero no en el estómago. Ahora era mi boca la que ardía y me quemaba.
- Suéltame! Me duele! - le grité, a menos de 5 centímetros de su boca, y me liberé del abrazo.
Empecé a correr hacia la salida, sintiendo el dolor en la boca y en el pecho, apretándome. Llegué a la puerta y me detuve en seco. Ya no me dolía, pero tenía un gusto asqueroso en la boca, como sangre coagulada.
- Silvana, no siento las muelas - le dije, y en ese mismo momento, sentí como mis dientes se desprendían de mi boca y caían al suelo cuando terminé la frase.
Ella me miró, se cagó de risa ante mi expresión de miedo y me dijo: AHUEONAO, ESTAI SOÑANDO!
Y desperté de golpe, sentándome en la cama y golpeando mi frente con la repisa que está justo encima de mi cabeza.
2 comentarios:
El otro día soé que había uun sitting en la Upla y los pacos nos atacaban con rayos láser, y quedaba la mea cagá
guajajajajajaja
los verdaderos power rangers
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