Acostumbrada a los elogios de cuanto macho cabrío quería hacer de las suyas, me fui convirtiendo en una mujer llena de ego y frialdad. Siempre supe que podía hacer lo que quisiera pues las cosas estaban al alcance de la mano. Un par de ojos bonitos y otro par de frases coherentes y los hombres llegan rendidos a los pies, puedes hacerles creer que te convencen y ellos se ven en el cielo. Machistas, celosos, intelectuales y poetas, son los principales oficios a los que todos acuden. Pero no me interesaban ni me conmovían hasta ahora.
Llegué a sus historias sin darme cuenta y me vi envuelta como una mujer más, lo que nunca quise ser, termine siendo mientras me comía mi orgullo. Un par de palabras bellas que se entrelazaron con mis palabras cuerdas y tuvimos como resultado una gran tragedia.
Quisiera correr años, arrancar de sus letras y arrancar también de él. No puedo obedecer más a ese músculo idiota que culpamos cada vez que erramos y andar a escondidas como una criminal- aunque a estas fechas el calendario me dice que he cometido más de un asesinato- Como una canción cebolla de Camilo Cesto, donde invoca a todos a ser amantes, he estado equivocándome con los ojos abiertos. Camas de satín rojo me han albergado a mí, a él, a nuestro secreto y a mi culpa. Vomito en los fieles y monógamos, y vomito también en todos los que me creen. Ya no hay cura que me soporte, ni monja que me quiera recibir, no puedo seguir confesándome, María Magdalena podría ser borrada de la Biblia y me basta ya con esta historia como para agregarle el olvido de alguna ramera famosa.
Pero me gusta el riesgo y la adrenalina, y aunque ya no pueda dormir, disfruto a ratos de toda esta mierda que me rodea. Alguno de estos días pediré perdón, no a iglesias ni religiones sino a él (sin mayúscula) por ser tan bueno y yo ser tan puta.
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