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viernes, 7 de enero de 2011

Shillán

He recorrido las calles más sucias de esta ciudad, ni buscando ni escondiéndome. He visto a los evangélicos predicando en el Mercado frente a las putas, los borrachos y los pendejos que chupan pegamento. Les gritan con megáfonos que se van a ir al Infierno. Luego suben al furgón del pastor y vuelven al templo para cantar con los corazones llenos de gozo. He visto a las putas cuidar a esos niños y alimentar a esos hombres. Ya de noche, he visto a las putas subir al furgón del pastor para perderse en la oscuridad de la avenida.

He recorrido las calles más limpias de esta ciudad, ni buscando ni escondiéndome. La catedral y su cruz no son más que grandes monumentos al pene y a la vagina, todos deberían saberlo. El centro es sólo una gran sucesión de vitrinas. Acá no hay perros vagos, todos van a parar a las fábricas de longanizas. Las manadas súper-híper-mega-pobres arrasan con todo en las súper-híper-mega-tiendas, buscando ser como la gente que ven en la tele, para luego volver a sus casas a dormir con hambre y a despertar sin agua ni luz.

Chile es una larga y angosta mueca de asco, pena y vergüenza.

Yo soy un tipo feo y solo, es de noche y estoy sentado en una banca de la Plaza de Armas, bajo un farol lleno de polillas y mierda de paloma: algo de razón debo tener.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Poema en Blanco y Negro

Fueron 29 meses de gestación dentro del vientre de Buda.
Nací a 666 pies de altura (podía ver tu casa desde allá).

Soy un aerolito, mi incandescencia consumió tu vello púbico.
Soy un hijo de Dios, tu indecencia condensó mi alma hipotecada.
Soy asqueroso, debí haber nacido con un caparazón.
Soy precioso, mi corazón es un tumor.

Y tú,
tú eras una muñeca inflable:
¿Cómo carajo te iba a contagiar mi lepra, entonces?

lunes, 5 de julio de 2010

Rest in peace, Paul Gray. (Parte Uno)

Consulté un par de sitios especializados y era cierto: Paul Gray había muerto. Nunca tuve ninguna admiración especial por él, pero este no era un miembro más de una banda cualquiera. Era el bajista de un monstruo de nueve cabezas que se llama Slipknot, y que ahora yaciera sin vida en la habitación de un hotel de Iowa significaba el fin de una de las bandas con las que crecí.Y ahí si que me dio pena.

Mi historia con Slipknot debe haber partido hace unos 8 años, durante alguna tarde de ocio en el patio de un amigo con el que escuchábamos hueás similares. Disponíamos de la gran colección de discos que guardaba su hermano mayor en una caja de zapatos. Mirábamos las carátulas y los poníamos a todo volumen, sentados en sillas de Coca-Cola, jugando naipes y hablando mierda hasta que prendían las luces de la calle. No poníamos mucha atención a lo que sonaba porque siempre estábamos ligeramente ebrios, pero una vez reconocí la intro de Left Behind y le dije que conocía el vídeo, que era un grupo de "como diez hueones locos que tocan con unas máscaras", por lo que había visto en MTV. Después le dije que me hiciera una copia de ese disco, que resultó ser el Iowa.

Los escuchaba solo en mi casa, cuando la JEC aún no llegaba a mi colegio. Luego aprendí más inglés y podía entender qué carajo vociferaba Corey Taylor, también conseguí una copia pirata del homónimo y me gustaron más. Llegué a la media siendo un fanático acérrimo de la banda, pero nunca maggot. Había salido el Vol. 3: The Subliminal Verses y yo encontraba que era muy técnico y que la voz de Corey sonaba gastada, pero lo escuchaba igual. En esa época me volví más conciente del ambiente en el que me desenvolvía, descubrí que nada me motivaba tanto como la rabia de saberme en medio de la mierda; política, social y psicológicamente hablando. Y entonces las letras de Slipknot adquirieron un sentido nuevo y mucho más amplio en mi cabecita púber. (...)

domingo, 20 de junio de 2010

Aggro Metal Pendex.


Igual está bien, de repente, ir caminando por la calle y sentirse súper loser con alguna canción cualquiera. El modo aleatorio de mi reproductor portátil es mi oráculo personal, creo. Cara larga y pasos cortos, ropa ancha y cuerpo angosto. Esa es la onda, it's my way or the highway. Soy sólo un pobre pendejo que aún ve la vida a través de una pantalla sintonizada en el MTV de finales de los '90

Y odio tus ganas de caerle bien a mi novia, tu sonrisita falsa en tu cara de niño bonito hace que me ponga violento, pero soy demasiado pusilánime cuando se trata de defender hueás que ni siquiera me pertenecen de verdad, como la patria o el corazón de alguien. Así que, al carajo, me quedo con mis audífonos y mi música de chico malo, en un rincón alejado de la buena onda y la gente como tú.

- ¿El Alfa?
- Sí, parece que es él... ¿qué onda?
- Hola gente, vine a arruinar la fiesta.
- ...

BANG-BANG!

martes, 25 de mayo de 2010

"Feria Internacional"

Me debo ver muy pobre, creo yo. Por algo todas esas miradas tan desconfiadas desde los puestos. Me siento odiado a nivel internacional, tanto por el ecuatoriano de los chalecos como por la mina brasileña que vende joyas mulas. No sólo en Chile se asocia la pobreza con la delincuencia, supongo. Yo no he hecho nada aparte de haberme puesto mis jeans más gastados y mi polera más desteñida, así que no les presto atención y sigo ahí, sentado en una banca del infame paseo peatonal de esta ciudad. Todo el frío de las 8 PM cae sobre mis hombros y todo el gentío pasa a través de mí, y me vitrinean como un si fuese un tejido más, me miran de pies a cabeza, y se vuelven cuando ven que no soy más que una rata desabrigada, un fotograma que no vende nada, un tipo solo y feo en una callejuela llena de sonrisitas indígenas, de platita sonando y otros diminutivos huevones.
Hay un haitiano fumando un Lucky Strike cerca de mí, pasan raudos los chinos del restorán, la brasileña bosteza, el ecuatoriano le mira el culo a unas colegialas y yo escucho Metal Industrial hecho por alemanes, pero cantado en inglés. "Esto es la globalización", pienso.
Yo llegué de la nada. Caí del cielo envuelto en llamas, estaba crucificado en la cruz de la catedral. Fui implantado. Soy un injerto urbano, un pedazo de la nación, un cuidadano o un vecino sin nada que reclamar, un hombre marchando con un cartel en blanco.
Entonces el ecuatoriano parece más honesto. Vende los mismos chalecos con alpacas que los neo-hippies compran en Ripley o venden en algunas esquinas, pero los de él son fabricados por una manga de indígenas perdidos en algún lugar de su país. Además, él es efectivamente ecuatoriano. Es moreno, tiene los pómulos muy salientes y los ojos muy pequeños. Debe ser mejor comprarle algo a él que comprarle algo a un chiquillo que está descubriendo la rebeldía, que no viaja con sus papis de vacaciones al extranjero porque prefiere mochilear miserablemente por Chile, que se cree artesano por doblar unos alambres y que lleva una polera del Che Guevara y unas gafas caras hechas en Alemania.
Ya no piensan que les voy a robar. A veces nos miramos con la brasileña y sonreimos, somos todos como hermanos. Debe haber cambiado mi semblante. Soy tan latino, ahora que lo pensamos bien. Se me hace tarde. Mi novia está por salir. Me paro y le pregunto al ecuatoriano si le molesta que le tome una foto a él y su puesto, que pienso que sus chalecos son horribles, pero tienen lindos colores y se verán bien. Buenas noches compadre, que te vaya bien, gracias hermanito, vaya con Dios.