viernes, 7 de enero de 2011
Declaración de falta de principios
viernes, 24 de diciembre de 2010
Todo Igual

jueves, 11 de noviembre de 2010
Historias gitanas by El Recortero
sábado, 8 de mayo de 2010
Una clásica historia de poder

El weón BARSA trabaja de garzón en un pub-restaurant de Viña. Llegó regalón al trabajo porque es amigo de los dueños y llegó con la prepotencia que caracteriza a los BARSAS. Acaparador de mesas que no respeta el tácito acuerdo de irse una mesa por medio, acuerdo que hace mucho más sostenible la relación entre trabajadores, pero que algunos gilipollas se meten por la raja, sabiendo de antemano que son intocables, por contar con la venia de sus patrones. Un hijo de puta, en toda la extensión de la palabra.
El AMAMA' ITO, por su parte, es uno de los dueños del local, el que acostumbrado a servirse a las jóvenes buenas mozas que pasan por allí, se le subieron los humos a la cabeza y se le achicaron los testículos, despidiendo a una de su trabajadoras, por no darle la pasá. La pica hace estragos en los hijos de puta y viéndose con algo de poder, no escatiman en usarlo a su conveniencia.
El muy hijo de puta se escudó en que la señorita que no quiso tener nada con semejante desecho de virtudes, tenía problemas con su amigo, el hijo de puta BARSA y acaparador de mesas, por lo tanto, se tenía que ir. El ego herido de un AMAMA' ITO no tiene reparos en recurrir a prácticas ancestrales de falocentrismo, por lo tanto, como buen macho herido, despidió a la chiquilla, ya que era la única forma de salvar su honor de mierda.
Estos personajillos existen y están más cerca de lo que imaginas, así que tú, chiquilla buena moza, cástralos con tu indiferencia, humíllalos con tu belleza, deslúmbralos con tu elegancia, pero no dejes que se acerquen; la mayoría de las veces, estos gilipollas son “churreteros” precoces, if you know what I'm saying...
(Basado en hechos reales)
P.D.: el término hijo de puta quizá esté mal utilizado, no quiero ofender a las putas dándoles semejantes hijos.
domingo, 14 de marzo de 2010
Negocio Redondo

sábado, 5 de diciembre de 2009
21-10-2009

sábado, 4 de julio de 2009
Miedo

Mi mamá, no me explicó muy bien por qué escucha programas radiales en donde dueñas de casa desesperadas llaman suplicando por un buen hombre que sepa cuidarlas, escucharlas, entenderlas y amarlas.
Leo Caprile y el insigne “pablito” Aguilera (que de “pablito”, el puro cordón umbilical le queda), son los encargados de escuchar los llamados de señoras y a veces, no tan señoras. Mujeres que llaman, a veces para coquetear, a veces buscando a su media naranja radial; concepto que causa un poco de nauseas en mi persona poco asquienta.
Cada uno siente en donde le aprieta la zapatilla, pero a mí, esto no me cabe en mi cabeza tonta y llena de pensamientos macabros (23-6-2009). Es una mezcla de desazón con miedo lo que me provocan estas señoronas y señorinas. En fin.
Pero uno de mis miedos más profundos, es que cuando mi mamá está escuchando esos programas, que de rebote, yo también me tengo que mamar; se cuele su voz a través de los parlantes y yo, pensando que es un alcance de tono, salga a verificar tan atroz coincidencia y me encuentre, de golpe, con que mi mamá está con el auricular pegado a su cara, sentada en una silla, a oscuras, en el living; contando sus más oscuros secretos a un desconocido al otro lado de la linea telefónica. Y que yo ya haya escuchado toditos, toditos los malditos suspiros, extravagancias y deseos de mi querida madre.
Tíldenme de maricón, pero esa weá si que da miedo.
miércoles, 12 de noviembre de 2008
Nada Sezual.-
Rechazaba su compañía como se rechaza un vaso de cerveza cuando se está con caña, con dudas. Trataba de no hablar más de la cuenta, y si bien sus presencias, físicamente, debían agradecerse, no deseaba compañía femenina, ni mucho menos pensar en cortejar o besar algunos de esos labios seductores, que para mi no lo eran. Pero el poder femenino es imbatible, somos una simple esponja que estruja su belleza y la transforma en veneración, y yo no soy la excepción.
Ya estaba sentado en su falda, ya la tenía abrazada, ya era solo cosa de estirar la trompa y besarla ¿Qué cómo llegue a eso? Como siempre lo hago, haciéndome el leso, que no se noten mis intenciones para con ella o ellas, teniendo claro además que ellas mandan y uno es un simple vibrador, pero que habla. El silencio otorga más que mil palabras escupidas al vacío.
Siguiente paso, el dancing; bailar música de mierda en discoteques de mierda, en donde al poner un pie en ellas ya tienes que aguantar a guardias que jamás en su vida han leído Kafka te manoseen entero, te ordenen hacer cosas totalmente obvias, y lo mas extraño de todo, es que si les gusta su pega, les gusta mandar y que les obedezcan, entonces: ¿Por qué la cara de perro señores? En fin, material para otro cuento.
Bailar como estúpido, con un vaso de plástico de medio litro de schop en una mano y una señorita que se contornea como culebra en la otra. No me quejo, pero ¿por qué es tan mala la música en esos lugares? “¡Claro!” dirán ustedes, ”agradece que estas bailando con una mina rica y que además te sacó a bailar!, pero desde el principio les dije que no estaba ni ahí, y eso mismo me hizo estar bailando música de mierda con una mina rica que no me importaba; redundancia discotequera.
Comerse en la pista de baile es tan común como las idas al baño, no hay nada que me excite tan poco como darme besos en la pista de baile, rodeado de gente que te empuja y sigue el desagradable ritmo del reggaeton, del aché (aun lo tocan y se escribe axe) o en un caso excepcional, su buena cumbia de algún grupo criollo. Claro, hay veces en que caliente esto me excita, pero a ese nivel me excita hasta la Reginato y sus mofletudos cachetes, que me imagino, deben ser más firmes que sus nalgas; así que no es un buen ejemplo.
Sigue el webeo y me propone irnos a la chucha, eso en lenguaje coloquial es buscar un lugar privado en donde intercambiar fluidos corpóreos. Yo sin plata para un motel pienso rápidamente en un “piola” lugar donde ir a sacudirnos las ganas ¿Adónde? Piensa weón, piensa; si bien no estaba interesado en ponerlo hoy, si ella quiere, uno es tan caballero que un rehusarse no corresponde, creo. Ya estábamos en la calle, caminando hacía quizás donde, cuando un foco se me prendió a medias en la oscuridad de la calentura ebria que llevaba; una escala la solución, una piola escala de Valparaíso, una escala donde me había tomado unas cervezas y conocía un poco, pero en realidad nada. Hacia allá nos dirigimos, en procesión física de calentura mutua, ahora si.
Llegamos a la escala en cuestión y por suerte no había nadie. Nadie tomando, nadie webeando, nadie tirando antes que nosotros. Yo ya planeaba tirármela en la misma escala, pero ella ¿Mas precavida? Me dice que subamos un poco, mas arriba quedaban restos de una casa abandonada, típica casa tirá de Valpo, así que para nosotros y nuestras ganas, era el lugar perfecto. A todo esto, la lola tenía 18 años y pensaba que por abrir las patitas uno alcanza una erección inmediata, lo cual no es cierto, también necesitamos estimulación, necesitamos que se exciten con nuestro cuerpo, tal como nosotros lo hacemos con el suyo. En fin de cuentas, me demoré en que se me parara bien, pero no dejé de calentarla, con dedos, lengua y palabras sucias. Chiquilla hardcore en cuestión.
Ahí estábamos: yo pantalones abajo, y sin pantalones y sin zapatillas ella; caliente la señorita, caliente el momento, tirando en los restos de las ruinas de una casa porteña, acomodados en una posición realmente cómoda para semejante lugar y circunstancia; encaramados arriba de unas tablas que dejaban todo su cuerpo a mi disposición, en donde podía llevar el ritmo perfectamente y escuchar sus “conchesumadre, que rico” puta que me calentaban. “Tenemos que repetirlo”, “puta que tirai’ rico”, en fin, voladas del momento, pero realmente efectivas, mi verga no podía estar mas llena y ese orificio de 18 no podía ser más rico. Podríamos fácilmente habernos quedado toda la noche tirando, porque ni un alma pasó en el rato que estuvimos gozando de la comunicación más elemental que nos va quedando, pero todo lo bueno se acaba y volver a la disco era una obligación; al menos satisfecho, con una nueva experiencia cachonda dentro de mi mente cada día mas promiscua. Y eso que no andaba buscando nada “sezual”.-
viernes, 24 de octubre de 2008
Sonó ¡paf!
El sentir que solo haciendo todas estas articulaciones alcanzaba la petit morte, me hacía pasar por situaciones altamente dramáticas, como provocar calambres en mis amantes, moretones, mordidas, mechones de pelo arrancados de cuajo de sus cabelleras; es que lo cierto es que me arrebataba y el animal en mí actuaba, dejándome en un estado de abnegación sexual que no respetaba cuerpos, cabellos ni mucho menos cansancio o descansos. Me estaba transformando en una bestia en la cama y eso le encantaba a mis mujeres.
Este cambio en mi ser no se dio de golpe, fue un proceso en donde ya no pude controlarme y solo saciaba mi sed viendo cómo se doblaban encima mío, al lado mío o abajo mío; sólo esto me provocaba excitación, las contorsiones. Ver que las articulaciones respondían a mis impulsos, solo eso llenaba mi sexualidad y poco a poco me fui acercando al límite.
Nunca busqué más que el placer. Nunca quise hacer daño, a lo más un mechón de pelo en el momento indicado, acomodar con fuerza para que la entrada fuera hasta el fondo y se mantuviera el ritmo; jamás quise hacer daño, más que dar placer. Pero los errores son humanos, y el mueble que está en la cabecera de mi cama no lo es; un mueble antiguo, de madera desgastada por los años, con un cajón en donde hay reliquias como VHS, cassettes con música grabada por mi, diarios antiguos y pornografía casual. Un mueble que solo está con recuerdos que ya no están.
En ese mueble y en una de sus esquinas sonó ¡paf!, y la habitación quedó en silencio; en ese mueble, café y cargado de recuerdos de la década pasada fue en donde una nueva conquista azotó su cabeza y quedó tirada en mi cama, brotando sangre por sus narices. “El silencio sepulcral de una muerte en el campo de batalla”; ya veía el titular de “la cuarta” y sus poetas de cuneta poniéndome en titular: “cachero de las pampas se acrimina por vigoroso”.
El cuerpo yacía ya sin vida y mis ansias de contorsionista sexual aún no eran sofocadas, estaba en una situación de difícil salida; el cuerpo me pertenecía, yo lo había moldeado a mis anchas, cada articulación perteneció a mí en esos instantes en que la tuve con vida entre mis brazos, cada suspiro y quejido la hacía mas mía; pero ahora era un cuerpo que se iba poniendo cada vez mas tieso y frío. Tieso y frío.
La miraba ahí, desnuda; la sangre de su nariz ya se la había limpiado y la acomodé en una posición en donde podía, aún sin tener vida, disfrutar de su belleza. De tez blanca y pelo negro, ojos verdes en una cara que aún guardaba una sonrisa de plenitud; al menos murió con las botas puestas, en medio de la procesión mas elemental de cuerpo y espíritu; al menos murió feliz y sin dolor, sin nada porque quejarse; y de súbito, que es como me gustaría morir a mi también.
Al intentar doblarla, la resistencia que oponía ese cuerpo frío y duro me gustó. Era como volver al momento, pero ahora con mayor resistencia; una resistencia desconocida para mí, una resistencia involuntaria en un cuerpo sin nada más que cuerpo. Porque eso es lo que ahora era; un cuerpo, que en toda su extensión pertenecía a mí. Yo la despojé de emociones, de latidos, de suspiros y de vida; yo y solo yo fui capaz de aquello, y al despojarla de todo eso, solo quedó la resistencia, aquello que estuve buscando y que estaba tan cerca mío.