Mostrando entradas con la etiqueta Sangreconleche. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Sangreconleche. Mostrar todas las entradas

viernes, 24 de diciembre de 2010

Merry Crisis and a happy new fear

Era mitad de noviembre y con la Jose íbamos por el centro de Valpo. La voy a dejar a la micro afuera del Líder y veo con horror cómo ya habían cambiado los adornos dieciocheros por muérdago y viejos pascueros.
- Mierda, ¿estamos en esa época del año tan rápido? - pensé.
Así era. Mitad de noviembre y ya estaba instalado en todos los supermercados y multitiendas el "espíritu navideño". Con ese pensamiento uno también se da cuenta de que el año pasó conchesumadremente rápido otra vez, que no alcancé a hacer las cosas que quería hacer, que no pude hacer las cosas que había planeado.

Pasaron las semanas, llegaron los exámenes, los trámites del crédito y todo esto acompañado de villancicos de mierda sonando por cualquier parlante encendido en algún lugar de gran afluencia peatonal. Maravilloso, somos un país tercermundista con clima templado y se nos ocurre hacer como si estuviésemos en pleno invierno.

jueves, 2 de diciembre de 2010

Síndrome de Privación



Vivir para siempre o morir en el intento.
Prenderle fuego a las camas de los internos.
La caricia que duele como mil golpes,
el saludo que daña más que el desprecio.
Sal y alcohol para las heridas intangibles
que sanan y mueren
que sangran y hieden
como las moscas del matadero.

Nada finalmente salva.
Algo dentro se enerva.
Todo termina muerto.
Y vuelve a su escencia.

Morir finalmente o vivir en el infierno.
Prenderle fuego a las almas de los ineptos.
La seguridad mientras te pasan mil goles,
el comentario preciso que gatilla el enrabiamiento.
Pan y circo para los heridos inservibles
que sangran o mueren
que sanan o hieden
como las lacras del paradero.

jueves, 30 de septiembre de 2010

N - SMH III.


El norte ya no es un punto de referencia,
tan solo me mira y me hace burlas, escupiéndome en la cara las cosas que siempre temí. Cae al suelo una lluvia negra rojiza vertiéndose desde mis puños inundandolo todo, pero sin llenar el espacio más importante ese que alguna vez se mantuvo completo. Maldigo la distancia, maldigo el pasado y todo lo que se atreva a interponerse. Porque sigo estando aquí, sigo sintiendo lo mismo, sigo corriendo de frente a la pared. Y con la sangre que gotea de mi frente escribiré esas dos palabras que siempre te dije, las que siempre te grité con determinación.

lunes, 23 de agosto de 2010

Argh, Cerrillos. Argh, Santiago.

Cerrillos es como una especie de Oildale Chilensis. Vivo en medio de un barrio rodeado de fábricas. Todos los días sale humo de un color y olor diferente al anterior desde la empresa que está detrás de mi casa. Hay muy poca gente en las calles, y todos tenemos la misma expresión grisásea y triste cuando salimos a comprar pan.

El terremoto no nos afectó mucho, salvo uno que otro corte de luz. Es una villa donde viven mayoritariamente familias de retirados de la FACH, casas construídas para ex militares, capaces de sobrevivir un holocausto nuclear. Tal vez eso me afecta bastante al momento de escribir. O tal vez el hecho de que no me sienta cómodo en mi propia casa, siento que este no es mi hogar. Irse a vivir tres años y medio a una ciudad que es mucho mejor que Santiago en todos los aspectos te hace odiar la capital. Odiar a este país centralizado, donde lo que pase en el hoyo gris de asfalto y smog es automáticamente relevante para el resto de la nación.

En Valpo el pasaje escolar sale 100 pesos. En Santiago, 160 y en aumento. Más encima me cobran pasaje adulto desde mayo, porque a las TNE's de regiones sólo les pegan un sticker ordinario que dice que está revalidada. Si quieres revalidarla para el Transantiago, hay que hacer un trámite que dura semanas. No he tenido tiempo, y acá en Santiago no se puede hacer. Más motivos para odiar esta ciudad de mierda.

Me carga vivir aquí, no quiero vivir aquí. Ojalá todos mis amigos se fuesen a vivir a Valparaíso, o que fueran a pasar las vacaciones allá. Mi familia podría irse allá también. Así no tendría que volver nunca más, no respirar este aire de mierda nunca más, convivir con esta gente de mierda nunca más.

Santiago me hizo como soy. Me hizo enfermizo, temeroso, antipático, inseguro y (cuando exploto) violento. Aun recuerdo (vagamente) las peleas a botella quebrada, las golpizas grupales que sufrí en el colegio, las persecuciones en grupo en Puente Alto cuando carreteaba donde el René... esta es la peor ciudad para vivir.

Argh, nunca, pero nunca, vengan a Santiago. Tienen más futuro quedándose en sus respectivas regiones, y serán más felices quedándose donde están. Los santiaguinos estamos todos condenados a ser infelices, al parecer.

lunes, 29 de marzo de 2010

Solve et coagula


- Nunca pude olvidarme de ti, de nosotros.
Mis palabras cortaron el silencio incómodo.
- Pucha, es que tu sabís que no se puede. No puedo...
Suspiré. Miré hacia abajo, el suelo relucía sus reflejos azulados, producto del alcohol vertido accidentalmente en la acera. Adentro la música resonaba estridentemente, y de vez en cuando una que otra risotada se escapaba por la ventana.
Ella sorbió copiosamente de su vaso plástico unos segundos, luego suspiró, miró al suelo y me tomó la mano. Estaba helada. Ella, su mano, su mente, estaba toda helada.
- Tengo frío - dijo.
Le pasé el brazo sobre los hombros y se recostó levemente en mi regazo. La calle estaba fría, pero el invierno se había ido hace meses. No me soltó la mano, no se separó de mí. Teníamos pena. No supe quién de los dos tenía más, pero ambos estábamos tristes, desentonábamos dentro en la fiesta y salimos a tomar aire, a respirar, a llorar.
Le dí un beso en la mejilla, uno eterno. No tenía caso esconder mis sentimientos, ahora que ella los descubrió por completo. Me besó el cuello, luego la mejilla, rozó su naríz con la mía y terminó besando mi ojo izquierdo, ese que se siempre llora cuando mis jaquecas lo alcanzan.
Se levantó, llevándome con ella hacia adentro, me apretó la mano y se alejó, desapareciendo entre el humo de cigarro y la música.
Terminé mi décima lata de cerveza, miré a mi amigo y sonreí.
- ¿Qué volá tu ex?
- Nada, pásame otra chela.
Me lanzó otra lata, y quedaban docenas en el refrigerador.
La noche era joven.

sábado, 7 de noviembre de 2009

Flotar


Flotar es como morirse, dicen los profetas
como reposar eternamente en antigravedad.
Flotar es como reírse, dicen los atletas
como liberar endorfinas en la inmensidad.

Cuando la primera puta de Babilonia
y el último de los boys scouts
alcanzaron juntos una nueva sociedad,
Sus mentes flotaron y se unieron
y ya no se necesitó la navidad.

Flotar es completamente normal,
dicen los astronautas.

Y entonces al despertar te das cuenta
que ya es navidad
que no serás astronauta
que tu madre es una puta
que no eres un boy scout.

martes, 21 de abril de 2009

No Siento las Muelas


De repente me vi solo en la calle. Estaba oscuro, debían ser como las 3:00 AM... y yo me vi solo, ni idea de cómo llegué allí. Comencé a caminar, metí las manos a los bolsillos y me encogí de hombros para sobrellevar el frío.
Era la calle más normal que había visto: el asfalto al medio, veredas a los lados y casas sin luz acompañándolas. No había visto nunca tal vecindario, y sin embargo me parecía extrañamente familiar. Al llegar a la esquina, estaba la Silvana, sola, fumando un cigarro y con la misma cara de entumecida que pone cuando está cagada de frío.
- Y tú?- le dije.
- Y tú?- me dijo ella, moviendo la cabeza en señal de saludo.
- No sé, ando solo y tengo cualquier frío... no tengo idea de cómo llegué acá.
- Entonces vámonos a otro lado, hace cualquier frío y es mejor andar con alguien que quedarse solo por la vida.
Se me acercó y puso su brazo rodeado mi cintura, para que yo pusiera mi brazo rodeado sus hombros. Y comenzamos a avanzar sin rumbo, cagados de frío, compartiendo el cigarro y coordinando nuestros pasos para caminar abrazados sin caernos.
- Crucemos acá- dijo, y justo cuando empezamos a cruzar la calle, salió de la nada un camión container. Automáticamente la tomé de la mano y corrí hacia la otra vereda. Alcanzamos a llegar justo a tiempo. La Silvana quedó exactamente frente a mí, y repentinamente me besó la boca, con frío, con amor, con odio y desesperación. La abracé mientras me besaba y me mordía, asombrado y consternado, pero extrañamente disfrutándolo.
- Por qué?- le dije.
- El mundo se está acabando, y ya no hay nada que temer o perder- dijo sin soltarme del abrazo.
- De qué mierda estai hablando, mujer?
- No te dai cuenta, tonto?- me gritó, apuntando con el dedo a una casa que tenía las luces encendidas.
De repente estábamos dentro de la casa, en la misma posición, abrazados, frente a frente, pero sin frío. Comencé a sentirme extraño, una angustia horrible en el estómago que te fuerza a la náusea.
- Suéltame, quiero vomitar.
- No, no se puede en este momento - me dijo, recostando su cabeza en mi regazo. Le caía por la mejilla una lágrima color gris, como de agua sucia.
- Y eso?
- Siempre pasa, es inevitable.
Me volvió a besar, ahora delicadamente, y mirándome a los ojos. Repentinamente, la angustia se volvió dolor, pero no en el estómago. Ahora era mi boca la que ardía y me quemaba.
- Suéltame! Me duele! - le grité, a menos de 5 centímetros de su boca, y me liberé del abrazo.
Empecé a correr hacia la salida, sintiendo el dolor en la boca y en el pecho, apretándome. Llegué a la puerta y me detuve en seco. Ya no me dolía, pero tenía un gusto asqueroso en la boca, como sangre coagulada.
- Silvana, no siento las muelas - le dije, y en ese mismo momento, sentí como mis dientes se desprendían de mi boca y caían al suelo cuando terminé la frase.
Ella me miró, se cagó de risa ante mi expresión de miedo y me dijo: AHUEONAO, ESTAI SOÑANDO!

Y desperté de golpe, sentándome en la cama y golpeando mi frente con la repisa que está justo encima de mi cabeza.

jueves, 20 de noviembre de 2008

Rutina

Son las 9 y media de la mañana.
Me sacó 2 cigarros, dejó la llave mal cerrada y el goteo del agua me depertó. Nunca se despide.
En el colegio nos sentamos juntos, pero no hablamos demasiado. Al sonar el timbre ella se va al patio con sus amigas y yo con los míos, cada quien por su lado. La típica relación común y corriente, como muchas otras.
Pasamos casi todo el día sin hablarnos, pero a la salida nos juntamos. Siempre vamos al euro, después a comer algo y al final terminamos en mi casa o en la suya. Ahora vamos a la mía.
Se estira como gato y bosteza en mi cama, haciendo zapping. Como nunca encuentra nada bueno, apaga la tele y se recuesta. Cuando me siento a su lado, aún revuelve la mochila buscando el preservativo.
Se desnuda y me deja apreciar su estupenda figura de chica que va al gimnasio, me desviste con la mirada y la noche es joven aún.
En la mañana me hace la misma de siempre, me faltan 2 cigarros y el goteo de la llave me despertó. Siempre se lo perdono, total, es mi mejor amiga.
Sangre con Leche